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Corrí. Estaba desesperada. Busqué donde refugiarme.
-No hay respuestas muertas, sólo hay la nada.-me dijo un sabio.
No me importo que me hablara y continue corriendo porque la vida no espera. Y si no sigo seré pronto polvo.
-Elena, Elena,Elena.-me llamó.
-No soy Elena.-aclaré.
-Sí, lo eres, ya no queda nada de Verónica.-dijo-Ella está muerta. Falleció y no te has dado cuenta.
-Entonces, que descanse en paz en la tierra.-dije.
La sentencia salió. Ya no había escapatoria. La Justicia otra vez cayó sobre mí. Adiós Verónica, bienvenida Elena.
-¡Que pena, Verónica, no hará la tesina!-escuché que decía alguien-Ya se ha suicidado.
Sonó el telefono. Era ella.
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